domingo, 12 de mayo de 2013

Plaza Pública

Por: Héctor Raúl Avendaño.


Cine Palacio
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"El Palacio de los Cines"

El 11 de octubre de 1940, le llega su día a Gómez Palacio. Sus clases sociales alta, media y popular requerían desde hacia tiempo de una sala de cine, amplia, moderna, confortable, elegante, proyectada y...

... construida ex profeso para la proyección de películas y, por qué no, para que sirviera de foro para otras actividades artísticas y sociales. Se inaugura el Cine Palacio.

Lo anterior, sin menospreciar los servicios del Teatro Unión, que desde mediados de la década de los veinte, había adoptado la variante de sala de cine, y hacía mancuerna con otro espacio cinematográfico más pequeño, el Teatro Iris, que se ubicaba en la esquina suroeste del cruce de avenida Morelos y Centenario (frente a la Plaza Juárez), que tuvo actividad durante los años veinte y treinta del siglo XX.

Las obras de construcción fueron financiadas por la empresa Cines de Puebla, representada por don Juan Bilbao, iniciándolas en 1939. La obra civil de gran solidez se armonizó con un diseño arquitectónico de una belleza sobria y funcional.

Del protocolo inaugural, si lo hubo, no hemos podido conseguir datos, ni qué personalidades participaron. De lo que si podemos comentar es de la variedad artística y de las películas que sirvieron de marco a tan trascendente acto.

Previamente a que el "cácaro" (lo registra el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española) comenzara a hacer de las suyas, se desarrolló un programa artístico en el que alternaron dos intérpretes de la canción mexicana: Beto Fernández, gran revelación y La Panchita (María de los Ángeles Muñoz Rodríguez) de reconocida trayectoria nacional; cerrando con una soberbia actuación los Tres Kings, famosos pulsadores norteamericanos, que todavía son recordados por quienes siendo niños o jóvenes, (o no, Arq. Manuel Ruiz de Esparza) tuvieron el privilegio de asistir al arranque de "El Palacio de los Cines", que le dio prestancia y prestigio por muchos años a nuestra querida ciudad.

Todo el programa estuvo amenizado por la sin igual orquesta local de "Cuco" Mesta, y se repartieron regalos entre el público asistente, donados gentilmente por la Cervecería Cruz Blanca de Lerdo y por la Compañía Jabonera de Torreón, La Unión, S.A

La película escogida para la función inaugural venía precedida de una gran promoción de parte de la empresa Paramount: Su Único Pecado o La Carne Manda (The Way of All Flesh), con la participación del mejor actor del año Akim Tamiroff, acompañado por Gladys George, William Henry, Muriel Angelus y Barton Churchill.

La sinopsis nos da cuenta: Es la historia de un hombre que por amor pierde toda su reputación, su vida, su familia y acaba siendo para ellos sólo un recuerdo sublime y bendito.

Los precios de las entradas por inauguración: Luneta $1,50, Anfiteatro $0.75 y Galería $0.40. El anfiteatro era la parte baja de galería y que en los últimos años de vida del añorado Cine, se integró a ésta última.

Al día siguiente los precios de entrada se normalizaron en $1,00, $0.50 y $0.30, respectivamente, cambiando la programación con dos películas: Amor Desnudo con Dorothy Lamour y Robert Preston, y Patrulla de Urgencia con William Henry.

Así, despacito, con el transcurrir del tiempo se fue haciendo nuestro mejor pasatiempo vespertino los domingos. En aquel entonces, no había llegado la televisión ni se ofrecían muchos espectáculos a precios populares.

Los primeros administradores del cine Palacio, nos comenta don Hilario Reyes López el decano de los "cácaros" laguneros, fueron, en ese orden: Don Juan Bombi, el licenciado Ramón Turín (españoles ambos) y J. Mercedes Quezada; de los últimos recuerda a Jacobo Guajardo Aguirre y a los hermanos Benjamín y Héctor García Palafox.

El cine, independientemente de constituir una escuela alterna que nos acercaba (el mundo, sus ciudades, sus costumbres, sus paisajes; las obras clásicas de la literatura a través de sus argumentos y, en general, nos refleja la cotidianidad del drama de la vida de ayer, de hoy y, hasta, del futuro) nos ofrecía otras oportunidades…

En el ámbito de las relaciones sociales de los años sesenta y anteriores, cumplía una simpática, pero efectiva función práctica: los noviecillos adolescentes, tímidos, que tardaban en ocasiones meses y hasta el año, para darle el primer beso a su adorada y santa noviecita, se animaban a intentarlo en la bendita oscuridad de la sala cinematográfica.

Otros recursos semejantes se presentaban en los juegos mecánicos que esporádicamente visitaban las ciudades: El Gusano, que estaba integrado por una hilera de carritos con apenas capacidad para dos personas, que rodaban sobre unos rieles circulares y que al tomar velocidad se cubría todo el convoy con una lona que semejaba la piel del susodicho insecto. Velocidad y oscuridad, binomio de oportunidad. También el Avión del Amor, otro vertiginoso juego mecánico, que por lo brusco de sus evoluciones, daba pie para llevar bien abrazada a la compañera.

Un domingo en la vida de las jovencitas de sociedad, de la década de los años cuarenta se disfrutaba plenamente: iniciaba a las 11:00 horas, con misa en la Parroquia de Santa María de Guadalupe; saliendo, unas vueltas a la Plaza Juárez, con su respectiva ojeada a los pretendientes y el reglamentario vaso de agua de frutas con El Indio Mangas Mochas; a las 13:30 horas, a la matiné del Club Lagunero (baile, donde eran invitadas de honor), comida apresurada en casa y luego al cine Palacio, a la función de la tarde.

Una variante era, si decidían asistir por la tarde al cine Nazas de la ciudad de Torreón, en lugar de ir al Palacio, donde la función de la tarde comenzaba a las 15:30 horas. En este caso, la partida era desde las 15:00 horas, acortando el disfrute de la matiné; mal comían, por las prisas, pues llegar tarde, significaba sentarse en los escalones de la sala, ya que las butacas se ocupaban todos los domingos. Para culminar se despachaban la tertulia (baile también) en el Centro Campestre Lagunero, que duraba tres horas, iniciando a las 21:00 horas. Ese si que era un movido día de descanso dominical, sino que me desmienta la distinguida dama Licha Aragón Rivas.

La Dulcería del cine Palacio, amplia y surtida, atendida desde agosto de 1955, por la guapa y amable Jovita Martínez Ríos y tiempo después auxiliada por las jovencitas Antonieta Frías Reyes y Angelita Casillas Muñoz, era el paraíso de chicos y grandes.

Allí, podías encontrar desde las apetecibles palomitas de maíz acompañadas del Lucky, (un vasito con refresco de cola o de naranja, combinado con hielo molido), hasta las Holandesas, paletas de crema sabor de vainilla cubiertas de chocolate ¡una delicia! Además: chicles, chocolates, semillas, garapiñados, paletas, ¡Uy! Ya me salió sin querer el estribillo de los vendedores que con su cajita colgando del cuello y con su linterna en la mano, ofrecían sus golosinas en el interior de la sala.

Jovita nos comenta que las palomitas cuando ella llegó a laborar al "Palacio", costaban $0.60 y al final su precio alcanzó $1.00, igual los Lucky, primero $0.40 y finalmente $0.50. Esos eran otros tiempos.

Exquisitos y emotivos domingos que dejaban grabados para siempre momentos inolvidables; vividos intensamente al compartir, prácticamente, con el reparto de la película, mezclados con los artistas de nuestra admiración, vivencias patéticas que nos invitaban al heroísmo, a la realización de nuestros más puros ideales, a la grandeza y la conquista de todo lo anhelado y amado. Tanto el cine como la literatura modelaron nuestros párvulos corazones y nos marcaron el rumbo.

Así se vivía y moraba en el Gómez Palacio del ayer. Eran otros tiempos. Nos encontramos el siguiente domingo D. M. Agur.


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